Nada pasa, pero hay que hablar claro. Una república se caracteriza por tener tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Cuando desaparece la autonomía de estos poderes y se asumen como dirigidos por uno de ellos, generalmente el Ejecutivo, un país deja de ser una democracia y se convierte en otra cosa.

México, la semana pasada, la que va del 4 al 10 de noviembre, perdió la división de poderes. Todo queda bajo la decisión y la narrativa del poder ejecutivo. Ya desaparecieron los organismos autónomos, el INAI, la COFETEL, la COFECO, el CONEVAL, y otros más cuyo número es grande.

Ahora México ya no puede llamársele República, ya desapareció su separación de poderes. El nombre debe cambiarse, de República Mexicana a algo, por ejemplo, como Nación Popular Mexicana.

Y, en el nudo de irracionalidades que se presenta ante la realidad surrealista y kafkiana mexicana, se agrega una elección de jueces, magistrados y ministros, que además de tramposa en su logística, representa un costo de más de 13 mil millones de pesos, que se agregarían a la deuda que habrá para el presupuesto de 2025.

A diferencia de las elecciones de diputados, senadores, alcaldes, gobernadores y presidencia, en este caso se elegirán más de 772 jueces federales y 951 magistrados en activo, lo que da un total de mil 723 titulares distribuidos en 935 juzgados, tribunales y centros de justicia federales en los 32 circuitos del Poder Judicial de la Federación.

No se trata de criticar más a la multi tachada reforma, sino que la logística hace poco viable la votación. Cada elector tardaría alrededor de 4 horas en leer los nombres de los candidatos, seleccionar el cargo, anotar los nombres en las diversas boletas y depositarlos en las más de 50 urnas distintas.

demás, la trampa, pues no votarán los ciudadanos directamente, sino de una lista previamente seleccionará un comité de vigilancia que está integrado por cinco personas, todas ellas con una filiación política afín al gobierno, no es legal tampoco porque no permite tener información confiable sobre los aspirantes.

Este teatro no lo tragan ni los más dóciles y sumisos. El aceptarlo por ellos solo es por conveniencia y miedo, pero ahí van…

Y pasará lo mismo que con la consulta si deben castigarse a los ex presidentes, a la que no votaron ni 15 millones de electores.

Así que, dispuestos al despilfarro inútil, allá vamos… ¡al precipicio irracional!

Javier Pulido Biosca