Sin tacto
Mentiras, son sólo mentiras
Por Sergio González Levet
Al parecer, el sábado pasado hubo una concentración masiva en el Zócalo de la Ciudad de México. El Gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador y los gobiernos morenistas estatales utilizaron recursos de sus presupuestos e hicieron un enorme gasto para congregar a ¿90 mil?, ¿500 mil?, ¿700 mil? ciudadanos en un mitin de apoyo y loa al Presidente de la República, en el que también hubo una somera mención por los 85 años de la Expropiación Petrolera; fue una convocatoria morenista -de a pollo y de a huevo- que trató de ser una respuesta a la marcha monumental del pasado 8 de marzo que congregó a ¿90 mil?, ¿500 mil?, 700 mil? ciudadanos en defensa del Instituto Nacional Electoral, amenazado por el Plan B de AMLO.
Pero la manifestación del sábado pasado no fue más que eso: la junta de miles y miles de acarreados -empleados gubernamentales de gobiernos morenistas, asustados beneficiarios de programas sociales, funcionarios agraciados por la 4T y hasta algunos simpatizantes- para que escucharan un discurso adocenado y aburrido de más de una hora de López Obrador, que no fue sino una continuación del mismo mensaje sin contenido y lleno de ira que acostumbra en sus mañaneras.
A muchos mexicanos de bien, liberales, honestos, mayoritarios, les preocupa la esquizofrenia cada vez más palpable del titular del Ejecutivo, que ha desembocado en acusar a una fantasmagórica oposición, primero de todos los males que le ocurren a la República, y segundo, de todo lo que hace mal el Gobierno de AMLO.
Veamos, el 8 de marzo se congregaron cientos de miles de ciudadanos y llegaron por su propio pie a las plazas centrales de 90 ciudades de México y de varias del extranjero con el fin de decirle al Presidente que no están de acuerdo con su plan de “destrozar” (Adán Augusto dixit) al árbitro ciudadano que ha organizado y vigilado las elecciones de México en las últimas tres décadas.
Y ahora resulta que no, que la concentración civil fue auspiciada por los conservadores, los reaccionarios y que se formó de acarreados que no sabían a qué iban al mitin, según acusó el Presidente en la mañanera de ayer en Chiapas.
Y al contrario, los acarreados por los gobiernos morenistas del sábado en el Zócalo fueron por su propio pie, sin amenazas de ser despedidos. Vaya, los más de 12 mil autobuses alquilados para traer a burócratas y beneficiarios de todas partes del país fueron pagados por los mismos participantes, en un milagro de organización simultánea que consiguió que en cada rincón de México se pusieran de acuerdo grupos de vecinos, pusieran una cooperación y contrataran el transporte sin ninguna intervención oficial. Todos acudieron llamados por el fervor religioso que tiene el pueblo bueno y honrado hacia su Patriarca-
¡Y hay algunos que se la creyeron a su Peje!
El problema real es que las mentiras presidenciales se han convertido en la política pública que rige los destinos del país, y que la realidad sigue caminando paralelamente hacia un precipicio que no quiere ver el Mesías del Palacio Nacional.
Hay que estar muy pendientes de la salud mental del mandatario. No vaya a ser…
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